Dante - ¡Hola Dante! ¿Cómo ha ido el día?
Virgilio - Pues bastante ajetreado, ¿y tú?
Dante - Ni me lo preguntes. Horrible. He tenido un día de perros.
Virgilio - Oye, ¡un poco de respeto!
Dante - Lo siento, es que me encanta esta expresión.
Virgilio - Bueno, ¿qué te ha pasado?
Dante - Cuando me he despertado esta mañana ya no había nadie en casa. Según parece se habían ido muy temprano a trabajar.
Virgilio - Ya, pero eso es algo normal, ¿no?
Dante - Sí, claro, pero que se hubieran ido tan temprano y sin que me hubiera dado cuenta… Me preocupaba bastante.
Virgilio - Sin duda es algo para preocuparse.
Dante - Sí, así es. Por una parte, me alegraba tener toda la casa para mí, poder jugar y dormir en la cama e incluso destrozar un poco esa planta odiosa que tenemos en el salón… En fin, poder hacer lo que me diese la gana.
Virgilio - ¡Qué suerte! A mí, por ejemplo, me gustaría que me dejaran en paz, aunque sea unas horitas.
Dante - Pero, por otra parte, me di cuenta de que en mi bol no había comida. Por cierto, tengo un bol nuevo, ¿lo sabías? Uno muy bonito, de color azul y, además, lleva mi nombre.
Virgilio - ¡Ah!, ¿sí? De todos modos, si estaba vacío para poco te iba a servir…
Dante - Muy gracioso, ¿eh? De hecho, era la primera vez que se les olvidaba darme de comer por la mañana. Pero, en cambio, el bol del agua estaba lleno.
Virgilio - Menos mal. Así que, ¿fue un despiste?
Dante - Eso creo. En cualquier caso, me quedaba un último recurso.
Virgilio - ¿Cuál?
Dante - Pues salir a cazar. Si no me dejan comida, ¿qué quieres que haga?
Virgilio - Ya, ¿y qué tal fue la caza?
Dante - Fatal. El pájaro ese que te enseñé el otro día seguía en el árbol, ahí cantando, pero cuando estaba a punto de atraparlo, se echó a volar y me caí. Total que me quedé sin comer y, encima, con un chichón tremendo.
Virgilio - Jajaja, ¡qué divertido! Pero tú tienes 7 vidas. Dante - Bueno, ¿sabes lo mejor de todo?
Virgilio - No, dime.
Dante - Que después va y me encuentro con Mercedes, mi vecina, y me cuenta que había visto la ventana abierta y que, por eso, había entrado y que como tenía hambre se zampó toda mi comida, ¡la muy glotona!
Virgilio - ¡Increíble!
Dante - Bueno, de todas maneras no es para tanto. Cuando vinieron mis dueños y me vieron así, me pusieron ración doble; por lo que comí un montón.
Virgilio - Después de todo, la historia no ha terminado tan mal. Me alegro.